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Ciudad de México: Una crisis de hundimiento que exige acción

El hundimiento de la Ciudad de México es un problema geológico y urbano que representa una amenaza significativa para la infraestructura y la seguridad de los habitantes. Esta situación tiene sus raíces en la fundación misma de la ciudad sobre el lecho de antiguos lagos, lo que significa que la capital mexicana se asienta sobre un terreno arcilloso y blando que se comprime fácilmente bajo el peso de una urbe en expansión.



La principal causa del hundimiento es la extracción excesiva de agua subterránea, que provoca la compactación de las capas de arcilla. A medida que el suelo se seca, se vuelve más susceptible a la compactación, lo que lleva a un hundimiento paulatino pero constante. Además, el peso de la infraestructura urbana, como edificios, avenidas y otros desarrollos, exacerba este fenómeno, aumentando la presión sobre el suelo.


El hundimiento no afecta de manera uniforme a toda la ciudad. Algunas zonas, como las colonias de Benito Juárez, Iztapalapa, Iztacalco, Tláhuac y Xochimilco, presentan tasas de hundimiento más altas que otras. Esta variabilidad en la tasa de hundimiento provoca daños desiguales en la infraestructura, como grietas en edificios, calles y otras estructuras, lo que puede comprometer la seguridad de los residentes.


El problema no es nuevo. Se ha registrado desde el siglo XIX, aunque en ese momento no se entendía completamente el fenómeno. Fue a principios del siglo XX cuando se observó el hundimiento de la ciudad a una velocidad de aproximadamente 8 centímetros por año. Desde entonces, las tasas de hundimiento han variado, con picos significativos debido al aumento en la extracción de agua a través de pozos profundos. En las últimas décadas, se ha observado una tasa constante de hasta 40 centímetros por año en la zona central de la ciudad.



El hundimiento tiene múltiples consecuencias negativas. Por un lado, afecta la infraestructura de la ciudad, provocando daños en edificios históricos, carreteras y sistemas de transporte. Por ejemplo, estaciones de metro como la de Oceanía en la Línea 5 han experimentado cambios significativos en la pendiente, lo que puede dificultar la operación segura de los trenes. Además, el hundimiento puede provocar fallas y fracturas en la red de abastecimiento de agua, lo que pone en riesgo la seguridad del suministro de agua potable para millones de personas.


A largo plazo, los expertos estiman que si el hundimiento continúa a este ritmo, en 150 años la ciudad podría experimentar un hundimiento acumulado de hasta 30 metros, lo que sería catastrófico para la infraestructura urbana y los recursos hídricos.



Para abordar este problema, es fundamental implementar medidas integrales de gestión del agua y planificación urbana. Esto incluye regular la extracción de agua subterránea, desarrollar alternativas para el abastecimiento de agua y mejorar la infraestructura para adaptarse a las condiciones cambiantes del suelo. Además, es necesario invertir en estudios científicos para comprender mejor el comportamiento del terreno y las posibles soluciones.


La Ciudad de México enfrenta un desafío significativo con el hundimiento, pero con una estrategia integral y un compromiso sostenido, es posible mitigar sus efectos y garantizar un futuro más estable y seguro para sus habitantes. La cooperación entre expertos, autoridades y la sociedad civil será esencial para abordar este problema de manera efectiva.



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